domingo, 9 de octubre de 2011

Reencuentro (las cartas de nadie)


La luz blanca volvió a aparecer....
Apareció una chica girando fuertemente, pero ella no se cayo, ni siquiera se tambaleo, cuando termino de girar, estaba parada tan estable y tranquila como si llevara ahí un buen rato.
Todos los del pasado estaban sorprendidos con la visitante, era bajita, hermosa, tenia el pelo negro y los ojos verde esmeralda, era muy parecida a Lily, casi copias, exceptuando el pelo que era negro azabache, largo hasta la cintura.
La visitante tenía una sonrisa sobrecogedora, sus ojos trasmitían cariño, a las primeras personas que vio fue a James y Lily, estos la miraban fijamente, no podían creer que estuvieran viendo a su hija, ya que solo era unos años menor que ellos. Pero era su hija, se levantaron, y los tres se fundieron en un tierno abrazo, Jaly tenia lagrimas en los ojos para desconcierto de Ginny, ya que solo una vez la había visto llorar.
-Jaly- dijo Lily con la voz entrecortada. Aun no podía creerlo.
Jaly solo sonrió, ya que no sabia si podía hablar.
Jaly abrazo esta vez solo a su madre.
-Yo... lo siento..... Por haberlos dejado-dijo Lily llorando.
Jaly intentaba no llorar con poco éxito, una lagrima se escapo por su mejilla.
-Mama..... -empezó Jaly, pero no pudo continuar ya que Lily lo corto.
-¡Me ha dicho mama!-dijo Lily emocionada a su esposo.
El solo sonrió, al igual que Jaly.
Por un momento los tres se quedaron viendo fijamente hasta que la voz de alguien los distrajo.
-Y no hay un abrazo para tus padrinos-dijo Sirius aparentando estar dolido-O por lo menos un hola.
--Claro que si-dijo Jaly y lo abrazo, lo extrañaba tanto, había sido, junto con Remus lo mas cercano a un padre que había tenido. Además sin contar de que su muerte había sido su culpa.
En cuanto se separo de sirius, se giro a Remus.
-Remus- dijo Jaly y lo abrazo fuertemente. Le gustaba verlo tan joven y lleno de vida, no como estaba  cuando lo dejo. Después de la batalla, sin vida. Y todo, también había sido su culpa, tanto lo bueno como lo malo.
Cuando se separaron, esta fue a saludar a los señores Weasley, la saludaron cariñosamente. También saludo a los gemelos Prewett, hay entendió de donde Fred y George sacaron lo bromista, eran los mismos. Mas bien, parecían cuatrillizos en vez de dos parejas de gemelos.
Saludo a la profesora McGonagall un poco mas formal, luego siguió Ginny, con la que hablaría mas tarde. Al saludar a Dumbledore, lo noto prácticamente igual a como había estado hasta su quinto año, este la saludo tranquilamente, y al final, ella lo había dejado a propósito, fue con Snape.
-Hola Snape-dijo Jaly, estaba un poco nerviosa.
-dime...-empezó Snape, pero Jaly lo corto.
-No podemos adelantarnos en nada-dijo Jaly- son las reglas.
-Esta bien-dijo este. Jaly no se pudo contener.
-Gracias-dijo simplemente mientras lo abrazaba, hecho que desconcertó a los merodeadores, y que los hizo retener el impulso de separarlos. Snape le devolvió el abrazo torpemente.
-No hay nada que agradecer-dijo tranquilo, aunque se podía notar un tanto de cariño en su voz.
Jaly simplemente le sonrió y se fue a sentar, por petición de su madre, entre ella y du papa.
-Siento que nos estamos perdiendo de algo- dijo sirius.
Jaly simplemente sonrió y dijo "ya lo entenderas"
-Pero...- trato de replicar Sirius.
-Pero nada- dijo Jaly tranquila, lo dirá en los libros y no adelantaremos nada.
-Hablando de eso creo que debemos seguir leyendo-dijo McGonagall.
-Que lea Jaly-dijo Sirius como en barra.
-mmmm.... creo que seria un poco incomodo leer mi vida y la de mi hermano-dijo Jaly intentando escabullirse.
-No, debes hacerlo-dijo Sirius, y ya que Jaly lo extrañaba accedió.
-Pasenme el libro-pidio.
McGonagall se lo dio y empezo a leer.
-El primer capitulo se llama "Las cartas de nadie"
-¿De seguro Hogwarts no?-dijo Fabián
Jaly y Ginny se encogieron de hombros.
La fuga de la boa constrictora les acarreó a los hermanos el castigo más largo de su vida. Cuando les dieron permiso para salir de su alacena ya habían comenzado las vacaciones de verano
-Espero que no hable literalmente-dijo Lily viendo a Jaly.
-Todo lo que dice en el libro es cierto-dijo Jaly- casi nunca usa el sentido figurado. Todo lo muestra tal y como paso desde la perspectiva de Harry y mía, aunque mas adelante será mas exclusiva de Harry.
-¿Por qué?-dijo James.
-Porque yo me entero de las cosas antes-dijo Jaly- y no mas preguntas -dijo al ver que todos iban a empezar a hacerlo.
y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.
Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sen­tían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: ca­zar a Harry.
-pobre mi bebe-dijo Lily.
Jaly siempre estaba con Harry, Dudley y su banda no le decían nada, porque nadie podía decirle algo sin trabarse con sus propias palabras o ponerse nervioso sin explicación, ella siempre estaba tranquila y con una sonrisa, era mas fácil hacer enojar a una estatua que hacerlo con Jaly.
-¿A quien sacaste esa personalidad?- pregunto Remus- Ninguno de tus padres se queda tranquilos, de hecho es muy fácil hacerlos enojar.
-Nose-dijo Jaly encogiéndose de hombros- Harry dice que tengo las personalidades de todo el mundo mágico mezclados en mi, excepto la de los mortífagos.-dijo tranquilamente y siguió leyendo.
Harry y Jaly pasaban tanto tiempo como le resul­tara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí hablando entre ellos, y pen­sando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secun­daria y, por primera vez en su vida, no irían a la misma clase que su primo.
-Claro que no-dijo Gideon.
--Irán a Hogwarts-dijo Fabián.
Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting. Piers Polkiss también iría allí. Ellos en cambio, iría a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. Dudley encontraba eso muy divertido.
—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día     —dijo a Harry—. ¿Quieres venir arriba y ensayar?
     No creo que sea algo bueno —dijo apareciendo de repente Jaly—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu ca­beza y pueden marearse. —Harry salió corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que Jaly le había dicho, ella empezó a caminar tranquila en la dirección de su hermano, para cuando Dudley entendió la ofrnsiva, esta yo lo había alcanzado.
-Buena esa-dijo Sirius riendo, y no era el único, los merodeadores, los gemelos u Ginny reían a mandíbula batiente.
Un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Lon­dres para comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Jaly y Harry en casa de la señora Figg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes. Dejó que vieran la televisión y les dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años.
-que feo-dijo Ginny.
Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la fami­lia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Smelting lle­vaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y som­brero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrena­miento para la vida futura.
Mientras miraban a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con voz ronca que aquél era el momento de ma­yor orgullo de su vida. Tía Petunia estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño Dudley, tan apuesto y crecido. Harry no se atrevía a hablar. Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse. Mientras Harry estaba rojo por el esfuerzo, Jaly estaba totalmente rígida y con los labios fruncidos, en un intento por no estallar en carcajadas.
En la sala no se esforzaban por no reírse, todos reían, imaginándose a Dudley.
A la mañana siguiente, cuando  fueron a tomar el de­sayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregade­ro. Harry se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando en agua gris.
—¿Qué es eso? —preguntó a tía Petunia. La mujer frun­ció los labios, como hacía siempre que Harry se atrevía a pre­guntar algo.
—Tu nuevo uniforme del colegio —dijo.
-Ni uniforme le compra-dijo Lily molesta.
-De seguro ya sabe que irán a Hogwarts y lo hace solo para molestarlo- dijo James, mientras Sirius escribía en el pergamino de bromas.
Harry volvió a mirar en el recipiente.
—Oh —comentó—. No sabía que tenía que estar mojado. Jaly rio disimuladamente.
-Tienen el sentido del humor de Cornamenta-dijo Sirius riendo.
—No seas estúpido —dijo con ira tía Petunia—. Estoy ti­ñendo de gris algunas cosas viejas de Dudley. Cuando termi­ne, quedará igual que los de los demás.
Harry tenía serias dudas de que fuera así, pero pensó que era mejor no discutir. Se sentó a la mesa y trató de no imaginarse el aspecto que tendría en su primer día de la escuela secundaria Stonewall. Seguramente parecería que lle­vaba puestos pedazos de piel de un elefante viejo.
-Seguro-dijo Jaly bajito, nadie la escucho.
—¿y yo que usare? —dijo Jaly.
—La vecina de alado tiene unos uniformes pequeños y te los dará—dijo tía Petunia cortante.
Dudley y tío Vernon entraron, los dos frunciendo la nariz a causa del olor del nuevo uniforme de Harry. Tío Vernon abrió, como siempre, su periódico y Dudley golpeó la mesa con su bastón del colegio, que llevaba a todas partes.
Todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
—Trae la correspondencia, Dudley —dijo tío Vernon, de­trás de su periódico.
-Milagro-dijo Sirius-lo hará trabajar.
—Que vaya Harry
—Trae las cartas, Harry.
—Que lo haga Dudley.
—Pégale con tu bastón, Dudley.
Harry esquivó el golpe y fue a buscar la correspondencia. Había cuatro cartas en el felpudo: una postal de Marge, la her­mana de tío Vernon, que estaba de vacaciones en la isla de Wight; un sobre color marrón, que parecía una factura, y dos cartas idénticas para Harry y otra para Jaly.
-Las cartas de Hogwarts-dijeron todos.
Harry recogió la suya y la miró fijamente, con el corazón vibrando como una gigantesca banda elástica. Nadie, nunca, en toda su vida, les había escrito a él y su hermana. ¿Quién podía ser? No tenían amigos ni otros parientes. Ni siquiera eran socio de la bibliote­ca, tal vez Jaly,
-Seguro que lo es- dijo Sirius mirando a Jaly.-Es una mini Evans.
-No lo era-dijo Jaly.
-Y yo ya no soy Evans-dijo Lily- soy Potter.
 pero no le enviarían a el. Sin embargo, allí estaba, unas cartas idénticas diri­gidas a ellos de una manera tan clara que no había equivocación posible.
Señor H. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey
Y la de su hermana.
Señorita J. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey
Los sobre eran gruesos y pesados, hechos de pergamino amari­llento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeral­da. No tenía sello.
-Definitivamente Hogwarts-dijo Sirius.
Con las manos temblorosas, Harry le dio la vuelta al so­bre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaban una gran letra H.
—¡Date prisa, chico! —exclamó tío Vernon desde la coci­na—. ¿Qué estás haciendo, comprobando si hay cartas-bom­ba? —Se rió de su propio chiste.
-¿Eso era un chiste?- dijo sirius con el seño fruncido-¿En donde le ve lo gracioso?
Harry volvió a la cocina, todavía contemplando su car­ta. Entregó a tío Vernon la postal y la factura, se sentó y len­tamente comenzó a abrir el sobre amarillo. Se había olvidado de entregar la suya a Jaly, ya que ella estaba distraída no lo vio.
Tío Vernon rompió el sobre de la factura, resopló disgus­tado y echó una mirada a la postal.
—Marge está enferma —informó a tía Petunia—. Al parecer comió algo en mal estado.
—¡Papá! —dijo de pronto Dudley—. ¡Papá, han re­cibido algo!
.niño estúpido-dijo Fabián.
Harry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el mismo pergamino que el sobre, cuando tío Vernon se la arrancó de la mano.  Jaly reacciono pero ya era tarde. Solo logro ver la dirección de las cartas, ¿quien averiguaba hasta donde dormía alguien para enviar una carta?, tenia un buen presentimiento respecto a la carta, sentía era de suma importancia, el grito de Harry devolvió a Jaly a la realidad.
-Es cierto que es un poco raro-dijo Lily.
-Si-corroboro Jaly- pero si no fuera por eso no hubiera sabido que era relacionado con lo que podíamos hacer.
-Si, tienes razón-dijo Lily- Y hablando de ello, ¿Cómo es que hacías magia tan avanzada sin haber entrado a Hogwarts siquiera?
-No lo se- dijo Jaly pensativa- recuerdo que podía hacer lo que quisiera desde que era bebe, solo que en ese entonces solo era ocasionalmente, magia accidental.
Pero exactamente como...-insistio Lily.
-Si yo lo se el libro lo dira-dijo tranquilamente Jaly- sino me haces las preguntas en vano.
-¿Pero lo sabes?-pregunto esta vez James.
-Tal vez-dijo Jaly- no adelantare nada, ahora  sigamos leyendo.
—¡Es mía! —dijo Harry; tratando de recuperarla.
—¿Quién te va a escribir a ti? —dijo con tono despectivo tío Vernon, abriendo la carta con una mano y echándole una mirada. Su rostro pasó del rojo al verde con la misma veloci­dad que las luces del semáforo. Y no se detuvo ahí. En segun­dos adquirió el blanco grisáceo de un plato de avena cocida reseca.
—¡Pe... Pe... Petunia! —bufó.
Dudley trató de coger alguna  de las cartas para leerla, pero tío Vernon las mantenía muy altas, fuera de su alcance. Tía Petunia cogió la carta de Jaly, la abrió y leyó la primera línea. Durante un momento pareció que iba a desmayarse. Se apretó la gargan­ta y dejó escapar un gemido.
—¡Vernon! ¡Oh, Dios mío... Vernon!
-¿tanto miedo le tienen a la magia?-dijo Gideon.
Se miraron como si hubieran olvidado que Jaly, Harry y Dud­ley todavía estaban allí. Dudley no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Golpeó a su padre en la cabeza con el bastón de Smelting.
—Quiero leer esa carta —dijo a gritos.
—Yo soy quien quiere leerla —dijo Harry con rabia—. Es mía.
—Fuera de aquí, los tres —graznó tío Vernon, metiendo la carta en el sobre.
Harry no se movió.
—¡QUIERO MI CARTA! —gritó.
-Así se hace-dijo Sirius.
—¡Déjame verla! —exigió Dudley
—¡FUERA! —gritó tío Vernon y, cogiendo a Harry y a Dudley por el cogote, y a Jaly por el brazo. Los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Harry y Dudley iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradu­ra. Jaly, solo se acerco a la puerta para oír con claridad. En la lucha ganó Dudley, así que Harry, con las gafas colgando de una oreja, se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
-que mal-dijo Sirius.
—Vernon —decía tía Petunia, con voz temblorosa—, mira el sobre. ¿Cómo es posible que sepan dónde duermen? No estarán vigilando la casa, ¿verdad?
No necesitan vigilarlos para saber esas cosas-dijo sirius.
—Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos —murmuró tío Vernon, agitado.
—Pero ¿qué podemos hacer, Vernon? ¿Les contestamos? Les decimos que no queremos...
-No funcionara-dijo Otravez Sirius.
Harry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Vernon yendo y viniendo por la cocina.
—No —dijo finalmente—. No, no les haremos caso. Si no reciben una respuesta... Sí, eso es lo mejor... No haremos nada...
-sera peor-dijo Sirius sonriente.
-Sirius-dijo Lily enojada.
-¿que?-dijo Sirius.
-CÁLLATE-grito Lily- quiero terminar el capitulo hoy.
-pero sin comentarios no hay  chiste-replico Sirius.
-Contra mas interrumpas mas tardaremos en comer- dijo Lily sabiendo que eso funcionaria.
-Vamos Jaly lee rápido-dijo sirius apresurado- y nadie hable.
Lily sonrió, y Jaly continuo con la lectura.
—Pero...
—¡No pienso tener a uno de ellos en la casa, Petunia! ¡Peor a dos! ¿No lo juramos cuando recibimos y destruimos aquella peli­grosa tontería?
Harry y Jaly volvieron a su alacena, Jaly parecía perdida, tenia varias cosas en la cabeza, todas relacionadas con la carta, esa carta era muy diferente ya que, nadie averigua donde duerme alguien para enviarle la carta, también estaba la reacción de sus tíos, se habían puesto muy nerviosos, y tío había dicho que querían acabar con esa peligrosa tontería...
-Eres muy intuitiva-dijo Remus a Jaly. Esta solo se encogió de hombros.
Aquella noche, cuando regresó del trabajo, tío Vernon hizo algo que no había hecho nunca: visitó a los hermanos en su ala­cena.
—¿Dónde está mi carta? —dijo Harry, en el momento en que tío Vernon pasaba con dificultad por la puerta—. ¿Quién nos escribió?
—Nadie. Estaba dirigida a ti por error —dijo tío Vernon con tono cortante—. La quemé.
-hijo de...-empezó Sirius.
-Señor Black-dijo McGonagall sin paciencia- no se atreva a decir cosas así.
—No era un error —dijo Harry enfadado—. Estaba nuestra alacena en los sobres.
—¡SILENCIO! —gritó el tío Vernon. Respiró profundamente y luego sonrió, esfor­zándose tanto por hacerlo que parecía sentir dolor.
—Ah, sí, en lo que se refiere a la alacena... Tu tía y yo estuvimos pensando... Realmente ya son muy mayores para esto... Pensamos que estaría bien que se muden al se­gundo dormitorio de Dudley
—¿Por qué? —dijo Jaly
-y todavía se quejan-dijo Sirius.
—¡No hagan preguntas! —exclamó—. Lleven sus cosas arriba ahora mismo.
Eso complicaba un poco a Jaly, ya que tenia , muchas notas ocultas en un rincón de su alacena, debajo de la cama. No sabia como podría llevarlo.
-Nos olvidamos de eso-dijo Lily- eso será una complicación.
-No tanto-dijo Jaly y continuo leyendo.
La casa de los Dursley tenía cuatro dormitorios: uno para tío Vernon y tía Petunia, otro para las visitas (habitual­mente Marge, la hermana de Vernon), en el tercero dormía Dudley y en el último guardaba todos los juguetes y cosas que no cabían en aquél.
-Tenia dos habitaciones y ustedes dormían en una alacena-dijo Lily furiosa, Jaly sabia que era mejor que se calme, a si que siguió leyendo.
En un solo viaje Harry trasladó todo lo que le pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. En cuanto Harry se fue, Jaly saco todas sus notas y las guardo en una cajita, se concentro totalmente y la cajita de metal se encogió a un tamaño que pudo meterlo en el bolsillo.
-eso es magia avanzadísima-dijo McGonagall sorprendida.- muchos alumnos que cursan los extasis no pueden hacerlos.
-Podia hacer varios hechizos avanzados-dijo Jaly- no es gran cosa, y ya que lo saben, no interrumpan cada vez que usamos magia.
En cuanto Jaly entro al cuarto se sentó en la cama a lado de Harry. Allí casi todo estaba roto. La filmadora estaba sobre un carro de combate que una vez Dudley hizo andar sobre el perro del vecino, y en un rin­cón estaba el primer televisor de Dudley, al que dio una pata­da cuando dejaron de emitir su programa favorito. También había una gran jaula que alguna vez tuvo dentro un loro, pero Dudley lo cambió en el colegio por un rifle de aire compri­mido, que en aquel momento estaba en un estante con la punta torcida, porque Dudley se había sentado encima. El resto de las estanterías estaban llenas de libros. Era lo único que pa­recía que nunca había sido tocado.
-Seguro-dijo Lily.
Desde abajo llegaba el sonido de los gritos de Dudley a su madre.
—No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...
Harry suspiró. Jaly adivino lo que pensaba su hermano.
-¿Quien crees que nos envió la carta?-pregunto Harry.
-No se-dijo Jaly,-pero algo me dice que la volverán a enviar.
-Otra vez tu gran intuición-dijo Remus bajito y nadie lo escucho, excepto Jaly que fingió no haberlo hecho, ya no le gustaba llamar la atención.
-Eso espero-dijo Harry y se tumbo a dormir, cuando Jaly estuvo segura de que este estaba bien dormido, volvió a ampliar su cajita, y la metió debajo de la cama bien escodida.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos esta­ban muy callados. Dudley se hallaba en estado de conmo­ción. Había gritado, había pegado a su padre con el bastón de Smelting, se había puesto malo a propósito, le había dado una patada a su madre, arrojado la tortuga por el techo del inver­nadero, y seguía sin conseguir que le devolvieran su habita­ción.
-La magia hace milagros-dijo James.
-Totalmente de acuerdo-dijo Sirius- y mas el miedo a la magia.
Harry estaba pensando en el día anterior, y con amargu­ra pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el vestíbulo. Jaly cada vez sentía mas fuerte un buen presentimiento sobre las cartas, y sabia, quien sabe como, que volverían a enviar las cartas. Tío Vernon y tía Petunia se miraban misteriosamente.
-que...-empezó Remus pero no pudo continua por que Sirius grito.
-NO GUANTO EL HAMBRE Y QUIERO TERMINAR EL CAPITULO PARA COMER, así que nadie hable.
Jaly rio disimuladamente y siguió con la lectura, si había algo que movía a Sirius era la comida.
Cuando llegó el correo, tío Vernon, que parecía hacer es­fuerzos por ser amable con Harry y Jaly, hizo que fuera Dudley. Lo oyeron golpear cosas con su bastón en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
—¡Hay otras más! Señor H. Potter y Señorita J. Potter, El Dormitorio Más Pe­queño, Privet Drive, 4...
Con un grito ahogado, tío Vernon se levantó de su asien­te y corrió hacia el vestíbulo, con Harry y Jaly siguiéndolo. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle la carta, lo que le re­sultaba difícil porque Harry le tiraba del cuello, Jaly, simplemente esperaba un descuido, sabia que era inútil pelear con ellos a fuerza. Después de un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón, tío Vernon se enderezó con las cartas de los hermanos arrugadas en su mano, jadeando para recuperar la respira­ción.
—Vayan a su alacena, quiero decir a su dormitorio —dijo a Jaly y Harry sin dejar de jadear—. Y Dudley.. Vete... Vete de aquí.
Harry paseó en círculos por su nueva habitación. Alguien sabía que se había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su primera carta. Jaly había tenido razón, lo habían vuelto a intenta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo? Pues la próxima vez se ase­guraría de que no fallaran. Tenía un plan.
-Los planes de Harry nunca funcionan- dijo Ginny.
Jaly le sonrió, eso era verdad, a Harry nunca le salía nada según lo planeaba, y esa no era excepción.
Jaly estaba totalmente tranquila en su habitación, sabia que si ya lo habían intentado dos veces, lo volverían a intentar. Esperaría tranquila, sabia que su hermano tenia un plan para conseguirlo, y ella quería que su hermano averiguara por si mismo lo de la magia, aunque si no lograban tener la carta hasta su cumpleaños dentro de un poco mas de una semana, le diría todo lo que había deducido. Y harían esfuerzos aun mas grandes por conseguir las cartas.
El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente. Harry lo apagó rápidamente y se vistió en silen­cio: no debía despertar a los Dursley. Se deslizó por la escale­ra sin encender ninguna luz. Había decidido dejar a su hermana fuera, aunque Harry pensaba que seguía dormida, esta ya estaba despierta y siguió a Harry.
Harry esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y reco­gería las cartas para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía aceleradamente mientras atravesaba el recibidor oscuro hacia la puerta.
—¡AAAUUUGGG!
Harry saltó en el aire. Había tropezado con algo grande y fofo que estaba en el felpudo... ¡Algo vivo!
-Ven-dijo Ginny- las cosas nunca le salen como planea.
Las luces se encendieron y, horrorizado, Harry se dio cuenta de que aquella cosa fofa y grande era la cara de su tío. Tío Vernon estaba acostado en la puerta, en un saco de dor­mir, evidentemente para asegurarse de que Harry no hiciera exactamente lo que intentaba hacer. Gritó a Harry durante media hora y luego le dijo que preparara una taza de té. Harry se marchó arrastrando los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Vernon. Harry pudo ver seis cartas escritas en tinta verde.
—Quiero... —comenzó, pero tío Vernon estaba rompien­do las cartas en pedacitos ante sus ojos.
Aquel día, tío Vernon no fue a trabajar. Se quedó en casa y tapió el buzón.
—¿Te das cuenta? —explicó a tía Petunia, con la boca lle­na de clavos—. Si no pueden entregarlas, tendrán que dejar de hacerlo.
—No estoy segura de que esto resulte, Vernon.
—Oh, la mente de esa gente funciona de manera extra­ña, Petunia, ellos no son como tú y yo —dijo tío Vernon, tra­tando de dar golpes a un clavo con el pedazo de pastel de fru­ta que tía Petunia le acababa de llevar.
El viernes, no menos de veinte cartas llegaron para Harry y Jaly. Como no las podían echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las rendijas, y unas po­cas por la ventanita del cuarto de baño de abajo.
-si las siguen ignorando-dijo Fabián.
-Empeorara y empeorara-termino Gideon.
Tío Vernon se quedó en casa otra vez. Después de que­mar todas las cartas, salió con el martillo y los clavos para asegurar la puerta de atrás y la de delante, para que nadie pudiera salir. Mientras trabajaba, tarareaba De puntillas entre los tulipanes y se sobresaltaba con cualquier ruido.
-Loco-murmuro sirius.
El sábado, las cosas comenzaron a descontrolarse. Cuarenta y ocho cartas para los hermanos entraron en la casa, escondidas entre cuatro docenas de huevos, que un muy desconcertado le­chero entregó a tía Petunia, a través de la ventana del salón. Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería, tratando de encontrar a alguien para quejarse, tía Petunia trituraba las cartas en la picadora.
—¿Se puede saber quién tiene tanto interés en comunicarse con ustedes? —preguntaba Dudley a Harry, con asombro.
La mañana del domingo, tío Vernon estaba sentado ante la mesa del desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, pero feliz.
—No hay correo los domingos —les recordó alegremen­te, mientras ponía mermelada en su periódico—. Hoy no lle­garán las malditas cartas...
-Esta muy equivocado -dijo Hagrid.
Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mien­tras él hablaba y le golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas cayeron de la chimenea como balas. Los Dursley se agacharon, pero Harry saltó en el aire, tratando de atrapar una.
-¿Y porque no agarraba una del piso?-dijo Remus.
-No lo se-dijo Jaly.
Jaly bajo rápidamente de su habitación, pero no pudo entrar.
—¡Fuera! ¡FUERA!
Tío Vernon cogió a Harry por la cintura y lo arrojó al reci­bidor. Jaly no había logrado entrar, ya que tía Petunia la había detenido Cuando tía Petunia. Dudley salió corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío Vernon cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo.
—Ya está —dijo tío Vernon, tratando de hablar con cal­ma, pero arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote—. Quiero que estéis aquí dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. Coged alguna ropa. ¡Sin discutir!
-Ya perdió el juicio-dijo James.
-Ya esta loco- afirmo sirius.
Parecía tan peligroso, con la mitad de su bigote arranca­do, que nadie se atrevió a contradecirlo. Diez minutos des­pués se habían abierto camino a través de las puertas tapia­das y estaban en el coche, avanzando velozmente hacia la autopista. Dudley lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el vídeo y el ordenador en la bolsa.
-Que idiota-dijo Remus.
Condujeron. Y siguieron avanzando. Ni siquiera tía Pe­tunia se atrevía a preguntarle adónde iban. De vez en cuan­do, tío Vernon daba la vuelta y conducía un rato en sentido contrario.
—Quitárnoslos de encima... perderlos de vista... —mur­muraba cada vez que lo hacía.
No se detuvieron en todo el día para comer o beber. Al lle­gar la noche Dudley aullaba. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía hambre, se había perdido cinco pro­gramas de televisión que quería ver y nunca había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de ordenador.
Tío Vernon se detuvo finalmente ante un hotel de aspec­to lúgubre, en las afueras de una gran ciudad. Dudley, Harry y Jaly compartieron una habitación con camas gemelas y sábanas húmedas y gastadas. Dudley durmió en una, y Harry con Jaly en la otra. Dudley roncaba, pero Harry permane­ció despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplan­do las luces de los coches que pasaban y deseando saber...
Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de tri­go, tostadas y tomates de lata. Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se acercó a la mesa.
-No hablen de  comida que me da hambre-dijo Sirius.-Que esperas sigue leyendo que ya quiero comer.
Jaly sonrió y continuo leyendo.
—Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor H. Potter o la señorita J. Potter? Tengo como doscientas de éstas en el mostrador de entrada.
Extendió una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde:
Señor H. Potter
Habitación 17
Hotel Railview
Cokeworth
Harry fue a coger la carta, pero tío Vernon le pegó en la mano. La mujer los miró asombrada.
—Yo las recogeré —dijo tío Vernon, poniéndose de pie rá­pidamente y siguiéndola.
—¿No sería mejor volver a casa, querido? —sugirió tía Petu­nia tímidamente, unas horas más tarde, pero tío Vernon no pareció oírla. Qué era lo que buscaba exactamente, nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió, miró alrededor, negó con la cabeza, volvió al coche y otra vez lo puso en mar­cha. Lo mismo sucedió en medio de un campo arado, en mi­tad de un puente colgante y en la parte más alta de un apar­camiento de coches.
-¿Que quiere hacer?- dijo Extrañado Remus.
-Ya aparecerá -dijo tranquilamente Jaly.
—Papá se ha vuelto loco, ¿verdad? —preguntó Dudley a tía Petunia aquella tarde. Tío Vernon había aparcado en la costa, los había encerrado y había desaparecido.
Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del coche. Dudley gimoteaba.
—Es lunes —dijo a su madre—. Mi programa favorito es esta noche. Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor.
Lunes. Eso hizo que los hermanos se acordaran de algo. Si era lu­nes (y habitualmente se podía confiar en que Dudley supiera el día de la semana, por los programas de la televisión), en­tonces, al día siguiente, martes, era el cumpleaños número once de Jaly y Harry. Claro que sus cumpleaños nunca habían sido exactamente divertidos: el año anterior, por ejemplo, los Durs­ley le regalaron una percha y un par de calcetines viejos de tío Vernon. Sin embargo, no se cumplían once años todos los días.
-Exactamente-dijo James- ese es el día mas esperado por todos los niños magos.
-ese gue el mejor cumpleaños que tuvimos-dijoJaly.
Tío Vernon regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no contestó a tía Petunia cuando le preguntó qué había comprado.
-¿Qué será?-se pregunto Lily en voz alta.
—¡He encontrado el lugar perfecto! —dijo—. ¡Vamos! ¡Todos fuera!
Hacia mucho frío cuando bajaron del coche. Tío Vernon señalaba lo que parecía una gran roca en el mar. Y, encima de ella, se veía la más miserable choza que uno se pudiera ima­ginar. Una cosa era segura, allí no había televisión.
—¡Han anunciado tormenta para esta noche! —anunció alegremente tío Vernon, aplaudiendo—. ¡Y este caballero aceptó gentilmente alquilarnos su bote!
Un viejo desdentado se acercó a ellos, señalando un viejo bote que se balanceaba en el agua grisácea.
—Ya he conseguido algo de comida —dijo tío Vernon—. ¡Así que todos a bordo!
En el bote hacía un frío terrible. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro. Después de lo que pareció una eterni­dad, llegaron al peñasco, donde tío Vernon los condujo hasta la desvencijada casa.
El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda. Sólo había dos habita­ciones.
La comida de tío Vernon resultó ser cuatro plátanos y un paquete de patatas fritas para cada uno. Trató de encender el fuego con las bolsas vacías, pero sólo salió humo.
-Inútil-dijo Sirius en voz baja.
—Ahora podríamos utilizar una de esas cartas, ¿no? —dijo alegremente.
Estaba de muy buen humor. Era evidente que creía que nadie se iba a atrever a buscarlos allí, con una tormenta a pun­to de estallar. En privado, Harry estaba de acuerdo, aunque el pensamiento no lo alegraba. Jaly sabia que, a pesar  de  estar en medio de la nada, las cartas llegarían, principalmente porque sabia que en su cumpleaños averiguaría todo, aunque no sabia como aun.
-¿Como sabes las cosas que van a pasar?-dijo Remus, la verdad es que no dejaba de pensar en ello.
-No lo se- dijo Jaly encogiéndose de hombros-supongo que es intuición.
-Una muy fuerte-dijo Remus.
Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de las altas olas chocaba contra las paredes de la cabaña y el feroz viento golpeaba contra los vidrios de las ventanas. Tía Petunia encontró unas pocas mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dudley en el sofá. Ella y tío Vernon se acostaron en una cama cerca de la puer­ta, y Jaly y Harry tuvieron que contentarse con un trozo de suelo y ta­parse con la manta más delgada.
-esa si que me la paga-dijo Lily furiosa quitándole el pergamino de bromas a Sirius, donde se había puesto a escribir, este no dijo nada, Lily anoto algunas cosas y se lo devolvió a Sirius. Este sonrió malignamente.
-Eres malvada Pelirroja-dijo Sirius- me sorprendes.
La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Los hermanos no podían dormir. Harry se estremecía y daba vueltas, tratan­do de ponerse cómodo, con el estómago rugiendo de hambre. Los ronquidos de Dudley quedaron amortiguados por los truenos que estallaron cerca de la medianoche. El reloj lumi­noso de Dudley, colgando de su gorda muñeca, informó a Harry y Jaly de que tendrían once años en diez minutos. Esperaban acostados a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Dursley se acordarían y preguntándose dónde estaría en aquel momento el escritor de cartas.
Cinco minutos. Harry oyó algo que crujía afuera. Esperó que no fuera a caerse el techo, aunque tal vez hiciera más ca­lor si eso ocurría. Cuatro minutos. Tal vez la casa de Privet Drive estaría tan llena de cartas, cuando regresaran, que po­dría robar una.
Jaly empezó a leer mas bajito.
Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza contra las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿qué era aquel ruido tan raro? ¿Las rocas se estaban desplomando en el mar?
Jaly dirigió su mano a su varita
Un minuto y tendría once años.
Jaly cada vez leía mas bajito.
 Treinta segundos... vein­te... diez... nueve...
La  voz de Jaly era apenas un susurro y todos se habían acercado involuntariamente para escuchar.
tal vez despertara a Dudley, sólo para mo­lestarlo... tres... dos... uno...
BUM.
Jaly había hecho el sonido de la explosión tan fuerte que había hecho gritar a todos, tods las caras reflejaban susto. Todas, excepto Jaly, que estaba en el piso de la risa.
Todos empezaron a reclamarle.
-De.... debie....debieron ver...sus...caras-dijo Jaly entre risas.
-No fue gracioso-dijo Sirius.
-Debes admitirlo que lo fue-dijo Jalylogrando calmarse un poco.
-Tal vez-dijo Sirius sabiendo que si ahijada iba a ganar.
-Porque lo hiciste-dijo Lily.
-Me venció la tentación -dijo Jaly, y ya que seguía riendo, y no lograba terminar de calmarse. Lily termino de leer
Toda la cabaña se estremeció y Jaly se enderezó, mi­rando fijamente a la puerta. Alguien estaba fuera, llamando.
-Termino el capitulo-dijo Lily.
-Quien será que esta afuera-dijo Remus.
-Tal vez lo diga en el próximo capitulo-dijo Hagrid.
-Pero ahora a comer-dijo Sirius-que no aguanto ni un minuto más.

miércoles, 5 de octubre de 2011

primeras apariciones (el vidrio se desvaneció)


-McGonagall leer que raro- dijo sarcásticamente sirius.
La profesora McGonagall solo lo fulmino con la mirada ya que no había que pueda decir.

-Este capitulo se llama-dijo la profesora- El vidrio se desvaneció.
-seguro es magia accidental- dijo James.
Si- estuvo de acuerdo Sirius- a mi......
Pero Sirius no pudo continuar ya que niebla blanca había aparecido,  todos sacaron sus varitas, ya que una persona habia aparecido girando, en cuanto dejo de girar cayo de bruces al suelo, se levanto maldiciendo por lo bajo.
Todos la apuntaron con sus varitas, la visitante era un pelirroja con ojos castaños y varias pecas en el rostro.
Oh- dijo al ver a todos, ella sabia que los iba hacer, pero como le dijo Jaly, era muy diferente  ver a saber. Y tenia razón, era extraño ver a James y Lily ahí parados era verdad que James era  como ver a Harry solo que con errores, como los ojos, a además la nariz de Harry era un poco diferente, y Jaly, bueno Lily era Jaly, solo que pelirroja. También logro ver a dos pelirrojos idénticos, los cuales supuso que eran sus tíos gemelos hermanos de su madre Fabián y Gideon. Mas allá estaba sentado Dumbledore, era exactamente igual a como ella lo recordaba, tal vez con un poco me nos de arrugas. También estaban los padres de Neville, Alice y Frank, era raro verlos, también estaban Remus y Sirius, Ellos si que eran totalmente diferentes a como les recordaba, Lupin tenia aspecto joven y  parecía mas vivo, Sirius, el estaba mucho mas joven, no había esa sombre en su rostro, estaba totalmente perfecto, cualquier, si ella no supiera que el era Sirius, por su pelo y el hecho de que estaba a lado de James, no lo hubiera reconocido. Ginny pensaba en todo ellos hasta que la voz de James la saco de su ensimismamiento.
-Identifícate- le dijo a Ginny apuntándola con la varita.
-Yo soy Ginebra Molly Weasley- dijo Ginny. Aunque si me dicen Ginebra no soy responsable de mis actos. Soy hija de Arthur y Molly Weasley.
Ginny ignoro la cara de sorpresa y alegría que ponía su madre al saber que tendría una hija.
Y vengo del futuro para explicarles lo que no entiendan de los libros.
Todos le creyeron, ya que el parecido entre ella y la señora Weasley era notorio, y sus ojos eran iguales.
Tu... tu eres mi hija?-dijo Molly.
-Si mama- dijo Ginny- soy un año menor que Ron.
La señora Weasley se levanto y abrazo a su hija, cuando se separaron, la sentó a su lado.
-Creo que debemos seguir leyendo.-Dijo Ginny.

Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se
despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero Privet Drive no
había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el
número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi
exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas
noticias sobre las lechuzas, una noche de hacía diez años. Sólo las fotos de la repisa de
la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una
gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de
diferentes colores

-¿Porque le ponían gorros a una pelota?-dijo James confundido.
-¿Y además le sacaban fotos?- dijo Sirius igual que James
-No creo que sea una pelota-dijo Molly
-No- dijo Ginny riendo- es Dudley
Todos al comprender se hacharon a reír, tardaron un bue rato en calmar a James y Sirius, cuando lo lograron McGonagall continuo leyendo

 pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño, y en aquel momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado por su madre...
La habitación no ofrecía señales de que allí vivieran más niños. Sin embargo, Los hermanos Potter, Harry y Jaly, estaba todavía allí, durmiendo en aquel momento,  aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.
—¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

-Esa no es forma de levantar a unos niños- dijeron Molly y Lily al mismo tiempo.

Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta.
—¡Arriba! —chilló de nuevo. Harry oyó sus pasos en dirección a la cocina, y
después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio la vuelta y  golpeo a su hermana que siempre se levantaba antes. trató de recordar  el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que volaba. Tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente. Mientras que, por su lado, Jaly pensaba en lo que había visto en un sueño, había soñado con un hombre grande, con la cara tapada por una barba negra. Ella pensó que era otra cosa que tenia que investigar, ya que ella era muy inteligente, analizaba cada sueño que tenia y los que le contaba Harry, ya que ella había leído que todos los sueños tienen un significado.

-Es igual de inteligente que tu- dijo James a su esposa.
Lily se limito a sonreír.
-porque analizaría sus sueños-dijo Remus pensativamente.
-Ni idea- dijo Sirius

Su tía volvió a la puerta.
—¿Ya están levantados? —quiso saber.
—Casi —respondió Harry, Jaly solo estaba sentada en su cama
—Bueno, date prisa, quiero que alguno vigile el beicon. Y no se atrevan a dejar que se
queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.
Harry gimió, Jaly solo suspiro.
—¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la puerta.
—Nada. —dijo Jaly.
El cumpleaños de Dudley... ¿cómo habían podido olvidarlo? Harry se levantó
lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama y,
después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba acostumbrado a las arañas, a su hermana no la asustaban pero si le daban asco. Pero ya se había acostumbrado porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde
dormían.

-¡Duermen en una alacena!-grito Lily- esta si me las pagaras Petunia, mira que hacerle eso a mis hijos.
-Ya se- dijo Sirius e hizo aparecer un pergamino.-Aquí anotaremos a todas las personas a la que le haremos bromas.
Le puso el titulo así, y lo último que lograron ver fue que escribía Dursley en letras grandes.

Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. La mesa estaba casi
cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste había conseguido el
ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de
carreras. La razón exacta por la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio
para los hermanos, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si
conllevaba pegar a alguien, por supuesto. El saco de boxeo favorito de Dudley era
Harry, pero no podía atraparlo muy a menudo. Aunque no lo parecía, Harry era muy
rápido.

-De tal palo tal astilla- dijo Sirius.

A Jaly, la molestaba mucho verbalmente, pero a ella parecía importarle muy poco, al principio, en el colegio todos los chicos andaban detrás de ella, pero dejaron de seguirla por Dudley, las chicas por su parte le tenían celos porque ella era muy bonita, los celos lo había empezado una chica alta pero muy odiosa, de seguro la futura pareja de Dudley.

Todos en la sala rieron

Su hermana entro en la sala ya arreglada y cambiada, ella levaba ropa regalada, se la regalaba una chica de la esquina, ella era de nuestro mismo curso, pero a mi hermana le quedaba bien su ropa porque ella era bajita.

-Mira que ni comprarles ropa-dijo Molly totalmente disgustada.

Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero, Harry había
sido siempre flaco y muy bajo para su edad.

-Eso no es por la alacena- dijo Remus- es herencia.

Además, parecía más pequeño y enjuto de lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba eran prendas viejas de Dudley, y su primo era cuatro veces más grande que él. Harry tenía un rostro delgado, rodillas
huesudas, pelo negro y ojos de color verde brillante. Llevaba gafas redondas siempre
pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que Dudley le había
pegado en la nariz.

-hasta la miopía tenias que heredarle- dijo Sirius riendo.

 El con su hermana eran tan diferentes como iguales. Ella era bajita, hermosa en muchos sentidos, en la cara ambos tenían la piel blanca pálida, el recordaba que su hermana de pequeña podía cambiar su pelo de color, lo cual le había acarreado muchos castigos, Pero su pelo era originalmente negro, al igual que el suyo, tenia unos ojos verdes esmeraldas idénticos al os suyos, pero por lo demás eran diferentes.
La única cosa que a Harry le gustaba de su apariencia era aquella pequeña cicatriz en la frente, con la forma de un relámpago. Esta era muy extraña ya que ambos la tenían, con la diferencia de que el la tenia en la frente y Jaly cerca del ojo derecho. La tenían desde que se podían
acordar, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía Petunia era cómo se la
habían hecho.

-Espero que le diga la verdad- dijo Lily.

—En el accidente de coche donde tus padres murieron —había dicho—. Y no
hagas preguntas.

-Ni siquiera saben la verdad!- grito Lily.- Profesor-dijo dirigiéndose a Dumbledore- porque los dejo con ellos, se nota que los odian.
-no lo se - dijo Dumbledore, ya que ni el sabia porque los había dejado con esos muggles- aun no lo e hecho y no le puedo explicar.
-Si profesor- dijo Lily- hay que seguir leyendo, tal vez lo averigüemos- dijo mirando a McGonagall.
Pero no pudo continuar, porque la luz blanca y el movimiento habían aparecido nuevamente, una persona alta, delgada, con unas cortinas de pelo negro grasiento, y una nariz ganchuda.
Apareció, al igual que Ginny girando rápidamente, el no se cayo como ella, pero si se tambaleo mucho y se tuvo que agarrar para no caerse.
Todos se le quedaron viendo, los primeros en reaccionar fueron los merodeadores.
-Que hace aquí Quejicus- gritaron los tres al unisonó.
-he venido para explicarles los libros- dijo Snape arastrando las palabras.-entendieron o necesitan que se los escriba.
-Pero el es un mortífago- dijo Sirius- todos lo saben.
-Pues los que les trajeron los libros pensaron en traerme a mi- dijo Snape pausadamente- Además yo....
Pero no pudo continuar porque una hoja apareció en el centro.
Lily la agarro y leyó en voz alta para todos.

A todos los lectores:
1.-aparecerán personas del futuro continuamente, según vayan llegando la sala se hará mas grande.
2.-Todas las personas que vengan del futuro son de nuestra entera confianza.
3.- Les repetimos, NO juzguen precipitadamente, las cosas NO son lo que parecen, no hagan nada hasta que terminen los libros.
4.- Esto va a las personas del futuro, NO REVELEN NADA, no pueden decir nada que no haya pasado en los libros, solo pueden aclarar, no adelantar, pueden explicar con mayor detalle, no adelantarse a algún acontecimiento.
J.E.P , H.J.P, R.B.W, H.J.G,N.F.L, G.W.P.

-Sigo queriendo saber quienes son-dijo Remus.
Todos asintieron, excepto Ginny, ya que ella sabia muy bien quienes eran.
-Creo que debemos continuar leyendo- dijo Ginny- luego averiguamos quienes son.
Todos estuvieron deacuerdo y McGonagall siguió leyendo.

«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía observar si se quería vivir una vida tranquila con los Dursley.  Por ello nunca habían aclarado el porque de qee tenían la misma cicatriz con la misma forma.
Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al tocino.
—¡Péinate! —bramó como saludo matinal.

-No se puede- dijo James- es algo imposible.

Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y gritaba que
Harry necesitaba un corte de pelo. A Jaly también se lo cortaban, decían que una niña no debía tenerlo largo, que debía ser por arriba de los hombros, pero nunca lo habían logrado, antes la cortaban y a las horas volvía a su tamaño original, ahora tardaba alrededor de una semana.

-Es igual a mi- dijo Lily- a mi tampoco me gustaba que me lo corte, me gustaba largo.

A Harry le habían cortado más veces el pelo que al resto de los niños de su clase todos juntos, pero no servía para nada, pues su pelo seguía creciendo de aquella manera, por todos lados.

-Siempre será así- dijo James- por mucho que lo cortes siempre crecerá así.

Harry y Jaly estaban friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con su madre.
Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía una cara grande y rosada, poco cuello,
ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que cubría su cabeza
gorda. Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito. Harry decía a
menudo que Dudley parecía un cerdo con peluca, mientras Jaly le miraba feo y le regañaba diciendo que no podía insultar a los cerdos de esa manera.

Todos en la sala rieron ante eso. Los merodeadores y los gemelos estaban rodando por el piso incluso los profesores tenían una sonrisa en el rostro.
Sirius y James decían incoherencias mientras reían como:
-niños.... geniales.... iguales- decía entre risas Sirius.
-hijos... divertidos--- orgulloso- decía James igual que Sirius.
Tardaron un buen rato en recobrar todos la compostura, cuando Sirius y James pudieron controlar en un ochenta por ciento su risa continuaron.

Jaly puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era difícil porque
había poco espacio. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su cara se ensombreció.
—Treinta y seis —dijo, mirando a su madre y a su padre—. Dos menos que el año
pasado.

-Encima de que le dan tantos regalos se queja- dijo Hagrid molesto.

—Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo de este grande
de mamá y papá.
—Muy bien, treinta y siete entonces —dijo Dudley, poniéndose rojo.
Harry; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a comerse el
beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa. Jaly solo se reía muy disimuladamente de la actitud de Harry, y rodaba los ojos por la actitud de Dudley.
Tía Petunia también sintió el peligro como Harry, porque dijo rápidamente:
—Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy. ¿Qué te parece,
pichoncito? Dos regalos más. ¿Está todo bien?
Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él. Por último,
dijo lentamente.
—Entonces tendré treinta y.. treinta y..

-Ni contar sabe- dijo Gideon.

—Treinta y nueve, dulzura —dijo tía Petunia.
—Oh —Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y cogió el regalo más
cercano—. Entonces está bien.
Tío Vernon rió entre dientes.
—El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre. ¡Bravo,
Dudley! —dijo, y revolvió el pelo de su hijo.

-Encima y lo felicitan- dijo Molly molesta.

Jaly pensaba que era un niño mimado, y que sus padres le hacían daño.

-Estoy de acuerdo con Jaly- dijo Lily
Jaly bebe al oír su nombre empezó a jalar a su mama. Todos se habían olvidado que Jaly seguía a los pies de Lily, era tan callada que ni se la sentía.
Lily alzo a la pequeña y la volvió a meter al corral con Harry Ron y Neville.

En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo, mientras Jaly como siempre estaba perdida en sus propios pensamientos, algo normal en ella, ya que siempre que podía analizaba las cosas que les pasaba, por su parte, Harry y tío  Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para el ordenador y un vídeo. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro, cuando tía Petunia volvió, enfadada y preocupada ala vez.
—Malas noticias, Vernon —dijo—. La señora Figg se ha fracturado una pierna. No
puede cuidarlos. —Volvió la cabeza en dirección a Harry y Jaly.

-Como si ellos le hubieran roto la pierna- dijo Lily enfadada.

La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio un salto. Jaly permanecía inmutable como siempre, aunque tenia vanas esperanzas. Y era porque cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al cine. Cada año, Jaly y Harry se quedaban con la señora Figg, una anciana loca que vivía a dos manzanas. Harry no podía
soportar ir allí. Toda la casa olía a repollo y la señora Figg le hacía mirar las fotos de
todos los gatos que había tenido. Jaly por su parte no parecía importarle quedarse ahí, siempre veía a la señora Figg con una sonrisa, al igual que veía a todos.

-Tiene tu amabilidad- dijo James- siempre sonreías y brindabas apoyo a todos, excepto a nosotros...
Lily se limito a besar a su novio que le devolvió el beso gustoso.
-Váyanse a un hotel- dijo Sirius con una fingida cara de asco.
Ambos se sonrojaron y la lectura continúo.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó tía Petunia, mirando con ira a Jaly y Harry como si
ellos hubieran planeado todo. Harry sabía que debería sentir pena por la pierna de la
señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un año antes de tener que
ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty. Jaly quería ver a la señora Figg porque aunque no lo demostrara estaba preocupada.
—Podemos llamar a Marge —sugirió tío Vernon.

-Si hay alguien peor que ellos es Marge- dijo Lily- la conocí el día de su boda es una persona totalmente desagradable, y de seguro odia a Harry.

—No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico.
Los Dursley hablaban a menudo sobre los hermanos de aquella manera, como si no
estuviera allí, o más bien como si pensaran que eran tan tontos que no podían entenderlos,
algo así como gusanos. Lo cual era ridículo con Jaly ya que era de lejos la mejor alumna de su curso.

-Imposible- dijo Sirius- la hija  de Cornamenta no puede ser una prefecta perfecta.
-Recuerda que también es mi hija- dijo Lily enfadada- y que tiene de malo ser prefecta?
-Nada- dijo Sirius sarcástico, por suerte Lily no lo noto.
 
—¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama... Yvonne?
—Está de vacaciones en Mallorca —respondió enfadada tía Petunia.
—Podéis dejarnos aquí —sugirió esperanzado Harry. Podrían ver lo que quisieran en
la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugarían con el ordenador de Dudley
Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón. Jaly sabia que ese intento de su hermana no iba a funcionar.
—¿Y volver y encontrar la casa en ruinas? —rezongó.

-No van a quemar la casa- dijeron dos pelirrojas.

—No vamos a quemar la casa —dijo Harry, pero no le escucharon.
—Supongo que podemos llevarlos al zoológico —dijo en voz baja tía Petunia—... y
dejarlos en el coche...
—El coche es nuevo, no se quedarán allí solos...

-Como si fueran delincuentes- dijo Lily.

Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía años que no lloraba
de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, su madre le daría cualquier cosa
que quisiera.

-Berrinchudo-dijo Molly.

—Mi pequeñito Dudley no llores, mamá no dejará que él te estropee tu día especial
—exclamó, abrazándolo.
— ¡Yo... no... Quiero... que... ellos  vengan! —Exclamó Dudley entre fingidos sollozos.
— ¡Siempre lo estropean todo! —Le hizo una mueca burlona a Harry y Jaly, desde los
brazos de su madre. Esta le mostro una sonrisa lo cual lo hizo enfadar mas, pero no pudo hacer nada porque justo entonces, sonó el timbre de la puerta.

-Así me gusta- dijo Sirius- moléstalos, creo que si se parece un poco a ti.
-Al parecer es igual que los dos- dijo James feliz.

—¡Oh, Dios, ya están aquí! —dijo tía Petunia en tono desesperado y, un momento
más tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su madre. Piers era un
chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente, sujetaba los brazos de los
chicos detrás de la espalda mientras Dudley les pegaba. Dudley suspendió su fingido
llanto de inmediato.

-Careta- dijo Remus.

Media hora más tarde, Harry y Jaly, que no podían creer en su suerte, estaba sentado en la
parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y Dudley, camino del zoológico
por primera vez en su vida. A sus tíos no se les había ocurrido una idea mejor, pero
antes de salir tío Vernon se llevó aparte a Harry y a Jaly.

-Si les hace algo yo no respondo- dijo James con fuego en los ojos.
 
—Se lo advierto —dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Harry—. Les estoy
avisando ahora: cualquier cosa rara, lo que sea, y se quedarán en la alacena hasta
la Navidad.
—No voy a hacer nada —dijo Harry—. De verdad y Jaly tampoco lo hará...
Pero tío Vernon no le creía. Nadie lo hacía mas que su hermana, la única que creía que no era su culpa cuando pasaba algo extraño a su alrededor.

-Magia- dijeron todos.

El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de Harry y no conseguía nada con decir a los Dursley que él no las causaba.
En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la peluquería como si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó el pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la horrible cicatriz». Dudley se rió como un tonto, burlándose de Harry, que pasó la noche sin dormir imaginando lo que pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se reían de su ropa holgada y sus gafas remendadas. Sin embargo, a la mañana siguiente, descubrió al levantarse que su pelo estaba exactamente igual que antes de que su tía lo cortara. Como castigo, lo encerraron en la alacena durante una semana, aunque intentó decirles que no podía explicar cómo le había crecido tan deprisa el pelo.

-Puede hacer magia muy poderosa- dijo Remus- el será excepcionalmente poderoso-

Otra vez, tía Petunia había tratado de meterlo dentro de un repugnante jersey viejo de Dudley (marrón, con manchas anaranjadas). Cuanto más intentaba pasárselo por la cabeza, más pequeña se volvía la prenda, hasta que finalmente le habría sentado como un guante a una muñeca, pero no a Harry. Tía Petunia creyó que debía de haberse encogido al lavarlo y, para su gran alivio, Harry no fue castigado.

-Mira que idiotez- dijo Sirius- pero por lo menos no lo castigo.

Por otra parte, había tenido un problema terrible cuando lo encontraron en el techo
de la cocina del colegio. El grupo de Dudley lo perseguía como de costumbre cuando,
tanto para sorpresa de Harry como de los demás, se encontró sentado en la chimenea.
Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la directora del colegio, diciéndoles
que Harry andaba trepando por los techos del colegio. Pero lo único que trataba de hacer
(como le gritó a tío Vernon a través de la puerta cerrada de la alacena) fue saltar los
grandes cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Harry suponía que el viento
lo había levantado en medio de su salto.

Si, porque es tan liviano- dijo Sirius.
-Me pregunto como lo habrá hecho- dijo Lily pensativamente.
-Lo mas seguro es que se haya aparecido- dijo McGonagall y continuo leyendo.

De Jaly ya no pasaban cosas así, aunque Harry no se explicaba muchas cosas. Jaly se acordaba muy bien de cuando pequeña su pelo cambiaba de color según sus emociones,

-su pelo cambia de color!- exclamaron todos a excepción de Dumbledore, al que todos miraron en busca de respuestas.
-¿Porque lo hace profesor?- dijo Lily
-No podría saber bien- dijo Dumbledore- pero creo que es metamorfomaga, no totalmente, ya que tiene su propi aspecto.
-Como mi prima- dijo Sirius- la hija de Andrómeda es metamorfomaga.
-Exactamente- dijo Dumbledore- solo que mas débilmente, lo hace solo con emociones fuertes no a suaves, y al parecer ya logro controlarlo.

Por ello había aprendido a controlar sus emociones que no podrían saberlas ni con detector.
Además de ello, podía ir a donde quería con solo pensar en el lugar al que quería ir,

-Se puede aparecer- dijeron todos al unisonó otra  vez y al igual que la anterior vez Dumbledore fue la excepción, aunque el estaba igual totalmente sorprendido que una niña de diez años controle la aparición, siendo que muchas personas preparadas no podían.
-Al parecer Jaly es muy poderosa- dijo Dumbledore.
Todos exclamaban palabras como impresionante, o increíble, por su parte James y Lily estaban totalmente orgullosos de su hija, y Sirius y Remus igual, ya que son sus padrinos, Sirius de Ambos y Remus solo de Jaly.

Tenia cuidado de que nadie lo notase, ni su hermano se había dado cuenta, también lograba duplicar las cosas que quería de Dudley, pero ya hace mas de tres años lo había logrado controlar todo.

-Ya lleva tres años controlándolo- dijo McGonagall- a si que tenia siete cuando logro controlarlo, la mayoría de los niños empiezan con un poco de magia a esa edad.

Por ello últimamente ya no pasaban cosas, bueno cosas extrañas si pasaban, ella aun no entendía porque, Jaly sabia que lo mismo le pasaba a su hermano, solo que el aun no lo controlaba, se preguntaba si era algo genético, pero no podía asegurarlo.

-Es algo genético-dijo Remus- es magia.

Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el día con Dudley y
Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su alacena, o en el salón de la
señora Figg, con su olor a repollo. Al fin ellos podían alejarse un poco juntos.
Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia. Le gustaba quejarse de
muchas cosas. Jaly y Harry, el ayuntamiento, Harry y Jaly, el banco y Harry y Jaly eran algunos de sus temas favoritos. Aquella mañana le tocó a los motoristas.

-Dan mucho de que hablar- dijo Sirius entre enojado y tratando de aligerar el ambiente, ya que todos se habían enojado.

—... haciendo ruido como locos esos gamberros —dijo, mientras una moto los adelantaba.
—Tuve un sueño sobre una moto —dijo Harry recordando de pronto—. Estaba
volando.

-Palabras equivocadas-dijo Lily.

Jaly miro a su hermano, ella sabia muy bien que esas eran palabras equivocadas,

Lily sonrió ya que habían tenido el mismo pensamiento, pero no fue la única, Snape también sonrió, el ya sabia que  Jaly era muy parecida a Lily.

 pero por otro lado estaba el hecho de que ella también había soñado con una moto así, eso era algo que tenia que pensar.

-Entonces ambos soñaron con mi moto- dijo Sirius feliz.

Tío Vernon casi chocó con el coche que iba delante del suyo. Se dio la vuelta en el
asiento y gritó a Harry:
—¡LAS MOTOS NO VUELAN!
Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes.

-Tus hijos tienen una gran imaginación-dijo Sirius entre carcajadas, James, Remus, Gideon y Fabián se hallaban en igual condiciones, Todos lo demás solo sonreían, a excepción de McGonagall que negaba con lacabeza, aunque estaba divertida.
 
Dudley y Piers se rieron disimuladamente y Jaly los fulmino con la mirada.
—Ya sé que no lo hacen —dijo Harry—. Fue sólo un sueño.
Pero deseó no haber dicho nada. Si había algo que desagradaba a los Dursley aún
más que las preguntas que Jaly y Harry hacían, era que hablaran de cualquier cosa que se
comportara de forma indebida, no importa que fuera un sueño o un dibujo animado.
Parecían pensar que podían llegar a tener ideas peligrosas.

-Tienen miedo que descubran la magia- dijo Sirius- aunque para su mala suerte Jaly parece que esta a poco de darse cuenta.
 
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias. Los Dursley
compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la entrada, y luego,
como la sonriente señora del puesto les preguntó a los hermanos qué querían antes de que pudieran alejarse, les compraron un polo de limón, que era más barato. Aquello tampoco estaba
mal, pensó Harry,

-Me encantan esos helados- dijo Lily- siempre me los compraba.

 Jaly pensaba que estaba súper, ya que le encantaban.

A Lily le encantaba que Jaly fuera tan parecida a ella, Snape igual sonrió, aunque de el era imperceptible.

 chupándolo mientras observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y se parecía notablemente a Dudley, salvo que no era rubio.

-Eso se puede arreglar- dijeron James y Sirius al unisono.

Fue la mejor mañana que los hermanos habían pasado en mucho tiempo. Tuvieron cuidado de
andar un poco alejados de los Dursley, para que Dudley y Piers, que comenzaban a
aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer, no empezaran a practicar
su deporte favorito, que era pegarle a Harry. Comieron en el restaurante del zoológico, y
cuando Dudley tuvo una rabieta porque su bocadillo no era lo suficientemente grande,
tío Vernon le compró otro y Harry tuvo permiso para terminar el primero,

-Hasta para eso necesita permiso - dijo Lily enojada.

el había insistido en compartirlo con su hermana, pero ella insistió tanto en que no quería y, como siempre ella le gano a Harry.

-ambos son amables entre ellos- dijo Molly- quisieran que ellos se llevaran tan bien- dijo mirando a sus hijos que peleaban el la parte donde estaban todos.-Los únicos que nunca pelean son Fred y George, pero con sus travesuras que hacen juntos prefería que se pelearan.

Más tarde, Harry y Jaly pensaron que debían haber sabido que aquello era demasiado bueno
para durar.
Después de comer fueron a ver los reptiles.

-asquerosas serpiente-dijo Sirius. Snape lo fulmino con la mirada.

 Estaba oscuro y hacía frío, y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y los troncos. Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas pitones que
estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente la serpiente más grande. Podía
haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo aplastado como si fuera una lata,

-espero que lo haga-dijo Sirius esperanzado-

Pero en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.

-Que lastima- dijo Sirius.

Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando el brillo de
su piel.
—Haz que se mueva —le exigió a su padre.

-Gran caso que les va a hacer- dijo Sirius.
-Sirius- dijo Lily- podrías callarte, ya que quiero terminar el capitulo, no el libro, solo el capitulo este año.
-Pero si no comentamos donde esta el chiste-dijo Sirius.
-A sique ¿no te vas a callar?-pregunto Lily
-no- dijo Sirius. A lo que Lily sonrió lo cual asusto a Sirius.
-Bueno-dijo Lily, cerro los ojos y algo plomo apareció en sus manos, saco un pedazo de cinta y envolvió a Sirius con ella.
-No te la quites-agrego Lily- porque duele. Acto seguido apunto a la cinta para que no pueda desvanecerse.
McGonagall continuo leyendo.

Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.
—Hazlo de nuevo —ordenó Dudley.
Tío Vernon golpeó con los nudillos, pero el animal siguió dormitando
—Esto es aburrido —se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los pies.
Harry y Jaly se movieron frente al vidrio y Harry miro intensamente a la serpiente. Si él
hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin ninguna compañía,
salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el día. Era peor que
tener por dormitorio una alacena donde la única visitante era tía Petunia, llamando a la
puerta para despertarlo: al menos, él podía recorrer el resto de la casa y tenia a su hermana.
De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes como cuentas. Lenta,
muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al nivel de los de los hermanos.
Guiñó un ojo.

-Como que guiño un ojo!-dijo James, Sirius lo intento pero solo hizo sonidos como bmbbmbbb, sin sentido, mientras se ponía rojo por el aire contenido.
-no intentes hablar-dijo Lily.

La miró fijamente. Luego Harry echó rápidamente un vistazo a su alrededor, para
ver si alguien lo observaba. Nadie les prestaba atención. Harry Miró de nuevo a la serpiente y
también le guiñó un ojo.

-Perdió la cabeza-dijo James.

La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego levantó los ojos
hacia el techo. Dirigió a Harry una mirada que decía claramente:
—Me pasa esto constantemente.
—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba seguro de que la
serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto.
La serpiente asintió vigorosamente.

-No.... no hablara parsel verdad?- pregunto James a nadie en especifico.
-Al parecer- dijo Dumbledore.
-Pero.... pero- tartamudeo James- pero nadie de mi familia lo habla, de hecho, los descendientes de Slytherin son de las pocas familias familias con la que mi familia no esta emparentado, al menos  no desde Slytherin, tal vez antes.

—¿de dónde vienes? —preguntó Jaly, la verdad es que era un poco extraño, pero de seguro era de esas cosas que ellos podían hacer.

-Esto no es algo de eso- dijo James preocupado.

La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca del vidrio.
miraron con curiosidad.
«Boa Constrictor, Brasil.»
—¿Era bonito aquello?
La boa constrictor volvió a señalar con la cola y leyeron: «Este espécimen fue
criado en el zoológico».
—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?
Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor detrás de ellos
 hizo saltar a Harry.
—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO
VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!

-Chico tonto- dijo para sorpresa de todos Snape.

Dudley se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo.
—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas, el cual empujo a Jaly. Cogido por
sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento, Jaly, a pesar del empujón de su hermano, había logrado mantenerse de pie. Lo que sucedió a continuación fue tan rápido
que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados cerca del vidrio,
y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.
Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el cubículo de la boa constrictora había desaparecido. La descomunal serpiente se había desenrollado
rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las personas que estaban en
la casa de los reptiles gritaban y corrían hacia las salidas.
Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Ellos habrían jurado que una voz
baja y sibilante decía:
—Brasil, allá voy... Gracias, amigo.
El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.
—Pero... ¿y el vidrio? —repetía—. ¿Adónde ha ido el vidrio?
El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte y dulce para tía
Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley no dejaban de quejarse.
Por lo que ellos habían visto, la serpiente no había hecho más que darles un golpe
juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del coche de tío Vernon,
Dudley les contó que casi lo había mordido en la pierna, mientras Piers juraba que había
intentado estrangularlo. Pero lo peor, para Harry y Jaly al menos, fue cuando Piers se calmó y
pudo decir:
—ellos le estaban hablando. ¿Verdad, Harry?

Se oyó un grito de dolor, Sirius se había quitado la cinta.
-De verdad duele-dijo Sirius.
-Te lo dije- dijo simplemente Lily.
Con Sirius haciendo muecas de dolor continuo la lectura.

Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de enfrentarse con los hermanos. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.
—Vayan... alacena... quédense... no hay comida —pudo decir, antes de desplomarse en
una silla. Tía Petunia tuvo que servirle una copa de brandy.

-Esa no es manera de tratarlos- dijo Snape, por lo que todos se le quedaron  viendo.
-Que- dijo Snape- Jaly es buena, y ni siquiera yo los trataba así.

Mucho más tarde, los hermanos estaban acostados en su alacena oscura, deseando tener un
reloj. No sabían qué hora era y no podía estar seguro de que los Dursley estuvieran
dormidos.Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir a la cocina a buscar algo de
comer.

-Eso es-dijo Sirius- espíritu merodeador ante todo.

Habían vivido con los Dursley casi diez años, diez años desgraciados, hasta donde
podía acordarse, desde que eran unos niños pequeños y sus padres habían muerto en un
accidente de coche.

-No mrimos así- dijo James, que estaba consolando a Lily porlo que pensaban sus hijos.

No podía recordar haber estado en el coche cuando sus padres  murieron. Algunas veces, cuando forzaban su memoria durante las largas horas en su alacena, tenían una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y Harry, un dolor como el  de una quemadura en su frente, y Jaly, el mismo dolor pero cerca del ojo derecho.

-No deberían recordar eso- dijo Lily.

Aquello debía de ser el choque, suponía Harry, aunque no podía imaginar de dónde procedía la luz verde. Y no podía recordar nada de sus padres. Jaly por otro lado, ya no creía lo del accidente de coche, no podía estar segura, como de muchas cosas, pero sabia que la muerte de sus padres estaba relacionada con las cosas que ellos podían hacer, ella estaba dispuesta a averiguar que era.

-Al parecer Jaly es muy intuitiva- dijo Remus- Ya no se cree nada de lo que le mienten.

Cuando eran más pequeños, Ellos soñaban una y otra vez que algún pariente
desconocido iba a buscarlos para llevárselos, pero eso nunca sucedió: los Dursley eran su
única familia.

-Eso también me sorprende- dijo Sirius- donde estoy yo que no los he ido a buscar, o Remus, donde nos metimos.
Todos se encogieron de hombros, Ginny lo sabia pero no se lo iba a decir, no quería, era mejor que se enterara en los libros. Snape se mordía por decírselo, pero no podía.

 Pero a veces Harry pensaba (tal vez era más bien que lo deseaba) que había
personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran. Eran desconocidos
muy extraños. Un hombrecito con un sombrero violeta los había saludado, cuando estaba
de compras con tía Petunia y Dudley Después de preguntarle con ira si conocía al
hombre, tía Petunia se los había llevado de la tienda, sin comprar nada. Una mujer
anciana con aspecto estrafalario, toda vestida de verde, también los había saludado
alegremente en un autobús. Un hombre calvo, con un abrigo largo, color púrpura, les
había estrechado la mano en la calle y se había alejado sin decir una palabra. Lo más
raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer en el momento en
que trataban de acercarse.

-magos- dijeron todos.

 Jaly sabia que ellos estaban relacionados con ese algo que rondaba por subida, eso extraño que no estaba segura que era, era.... por decirlo así magia. 

-otra vez las intuiciones de Jaly son correctas- dijo Remus.

Pero no lo creería hasta que alguien se lo dijera, mientras ellas seguiría practicando con ella, y mas adelante se lo diría a Harry,

-No sera necesario porque- dijo Fabián
-pronto les llegara la carta de Hogwarts- concluyo Gideon.

En el colegio, ninguno tenía amigos. Todos sabían que el grupo de Dudley odiaba
a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus gafas rotas, y a nadie le
gustaba estar en contra de la banda de Dudley. Mientras que a Jaly, todas las chicas estaban celosas, ella era la mejor en todo, era la mejor en deporte, la mejor de la clase, y además era muy bonita.

-Es una prefecta perfecta- dijo Sirius.

Harry sintió que alguien le tocaba el hombro, era su hermana.
-Tienes hambre-pregunto Jaly.
-Si, pero no salgas, yo lo hare- dijo Harry.
-Para que te pillen como la última vez-dijo Jaly- no, espérame aquí.

-Es una prefecta perfecta pero tiene el espíritu merodeador- dijo Sirius feliz.
-Al parecer es la combinación perfecta de ambos-dijo Remus- tiene la inteligencia de Lily y el espíritu merodeador de James.
Ante esto la pareja sonrió.

Jaly se saco una horquilla de su pelo, no tardo mucho en abrir la puerta, se escabullo sigilosamente hasta la cocina, la verdad es que a ella le encantaba salir así, no estaba segura porque, pero le gustaba salir en la noche.

-Es la sangre-dijo simplemente Sirius.

Llego a la cocina, y aquí estaba la verdadera razón por la que Harry no podía ir, había la posibilidad de que los Dursley se dieran cuenta, a si que saco la comida, se concentro y apareció el doble de lo que había sacado.

-Esa es magia muy avanzada- dijo McGonagall impresionada- y ella ni siquiera entro al colegio.

Volvió a guardar exactamente la misma cantidad que había sacado, tenia en sus manos la comida suficiente para que ambos comieran bien, volvió a su alacena, donde Harry lo esperaba, le entrego dos hamburguesas, el las comió gustoso, Jaly, a pesar de que tenia hambre, apenas había  terminado su hamburguesa, Harry, exhausto se durmió al instante, mientras que Jaly se quedo pensando hasta tarde sobre lo que había pasado ese día, Harry había hecho desaparecer el vidrio, estaba seguro de que había sido el, porque ella ya controlaba su, por decirlo de alguna forma, poder, pensando en ello, cayo dormida.

Aquí termina-dijo McGonagall.
Bueno- dijo Lily - un capitulo mas y almorzamos.
-Yo leo- dijo Remus.
Se disponía al leer cuando la luz blanca apareció nuevamente....